«Aunque tenga que repetirte mi nombre y recordarte quién soy, jamás te olvidarás de mi sentir porque el corazón no olvida» Tamara Olmo.
Hoy quiero hablarte de una historia: quién es y quién fue para mí mi abuela.
¿Por qué? Porque hubo un tiempo en el que ella fue mis pies, mis manos, mi pilar, mi apoyo y mi vida entera.
Pero hoy, a sus 89 años y con demencia senil, ya no recuerda mi nombre. Y me toca recordárselo más veces de las que me gustaría.
Y me parece injusto que, por culpa de las obligaciones que tengo, por falta de tiempo, porque simplemente la vida corre o porque no me doy espacio para nada, me he acostumbrado a verla menos.
Es muy injusto para ambas. Porque ella lo fue todo para mí, y ahora, cuando más me necesita, nos vemos menos.
Sin embargo, me he dado cuenta de ello y estoy rectificando.
No quiero que pase tanto tiempo hasta volver a abrazarla. Y, ahora, que todavía está aquí conmigo, aunque su mente vuela alto, quiero retomar el tiempo con ella.
Quiero mirarla a los ojos, tocarle la piel, cogerla de la mano y decirle cuánto la quiero, aunque tenga que repetírselo 1000 veces si hace falta. Pero necesito aprovecharla todo este tiempo.
Por eso, cuando encuentro un huequito en mi agenda, me escapo a verla. Y el otro día, sentí compartir todo esto en mi comunidad de Instagram.
Y la acogida que recibí fue muy abrumadora. Me sentí tan comprendida, tan identificada con muchas de las historias de mis seguidoras, que he querido compartir mi sentir y mi propia experiencia, por si te sirve y te puede ayudar a gestionar todas estas emociones encontradas.
Porque gestionar emociones tan fuertes, cuando un ser querido ya no te recuerda, es difícil, pero no imposible.
Así que, si tú, amiga mía, estás viviendo una situación similar, te invito a que sigas leyendo.
Y si no, también, porque cuando las penas o las alegrías se comparten, se transitan mucho mejor.
Vamos a ello.
Mi referente y mi todo: mi abuela
Para contar una historia, debo empezar por el principio.
Soy hija única y cuando nací mis padres trabajaban. Por lo que, prácticamente, me crio mi abuela.
Siempre fue esa persona que me acariciaba el alma. Era de esas personas a las que puedes acudir para pedir consejo, tanto si la vida te va bien o mal.
Una frase muy suya era: «a los míos, sin razón o con ella».
Era algo que me descolocaba porque, para mí, si mi madre no tenía razón, ¿por qué debía dársela?
Aunque una vez en casa, te recriminaba lo que habías hecho mal, de puertas para fuera, era esa persona que siempre te defendía. Era como tener siempre a una heroína detrás, a esa persona salvavidas que sabes que nunca te va a fallar.
Te hacía la vida fácil. Siempre veía los problemas como soluciones disfrazadas, encontrando siempre la forma de darle la vuelta, viendo siempre el vaso más lleno que vacío.
Una persona muy positiva para su tiempo, muy abierta de mente. Siempre tenía una palabra de consuelo o un refrán para consolarte: «No hay mal que 100 años dure, o cuerpo que lo resista».
Valiente, ante todo, no tenía miedo a nada: ni a viajar sola, ni a enfrentarse a quien tuviera que enfrentarse, ni hablar con quién tuviera que hablar.
Siempre tuvo valentía. Y es algo que admiro de ella.
Recuerdo que todos los veranos nos íbamos los 3 meses que duraban mis vacaciones juntas.
Ahora, cuando miro atrás, pienso: “¿cómo no me perdí nunca con mi abuela?”.
¡Nunca! Ni en los aeropuertos, ni haciendo trasbordos.
Y es de admirar, ya que siendo una persona que no hablaba inglés y que no sabía leer a la perfección, debería haber tenido algún inconveniente para manejarse bien por los aeropuertos.
Pero tenía esa intuición de persona sabia, ese carisma y esa autenticidad que la hacían única. Y fuera donde fuera, siempre dejaba huella.
Esa persona que todo el mundo quería, que cuando hablaban de “la Paca” se llenaban la boca.
No he visto ni conocido a nadie que hablara algo negativo de mi abuela. Una persona entrañable y que te consolaba con solo su presencia.
Te daba lo que necesitabas sin tenerlo que pedir. De ese tipo de personas que con solo mirarte o escucharte, te entendía y sabía lo que necesitabas.
Soy así por ella y gracias a ella
Y, todo eso creo que lo he aprendido de ella y se ha impregnado en cada poro de mi piel.
Por eso creo que estaba tan inconforme o tan poco plena con la vida que estaba llevando.
En mi piel y en mi alma estaba impregnada la esencia de mi abuela, quería y quiero parecerme a ella, en su valentía, en su autenticidad y en la manera en la que ha disfrutado la vida.
Quiero vivir la vida y bailar la vida. Tamara Olmo
Si estás en el baile hay que bailar. Si estás en el baile, no te puedes quedar sentada en una silla como espectadora. Es lo que decía mi abuela.
Creo que todo esto lo cogí de ella. Por eso cuando trabajaba en los hoteles o como profesora, siempre me faltaba algo, esa adrenalina de vida, esa alegría de vivir.
Ese “hacer algo” por los demás, ayudarles y que todas las personas que hablen de “Tamara” lo hagan con una sonrisa en la cara.
Así que quería eso, parecerme a ella y dejar su mismo legado. Ese recuerdo de que tantas personas te admiren por tu autenticidad.
Mi abuela nunca dejó de ser quien era, nunca fingió ser otra persona que no era. Creo que es el valor más bonito que puedes tener.
Siempre fue muy buena persona. Siempre quiso hacer el bien, para y por los demás. Nunca hizo nada para recibir nada a cambio. Altruismo puro.
Y eso, se me ha quedado muy marcado. Dar, dar y dar.
Ahora que ya sabes lo importante que mi abuela ha sido y es para mí, puedes entender por qué me cuesta tanto desprenderme de ella y porque me siento mal si no la veo tan a menudo como me gustaría.
Porque sí, la persona que fue ya no está en su cabeza, pero sí en su corazón.
Y, aunque no me recuerde muchas veces, yo debo hacerlo por ella.
Ella fue mi referente, me enseñó muchas cosas de la vida y me ha hecho ser la persona que soy hoy.
Y, aun teniendo demencia senil, cuando tiene sus momentos de lucidez, me sigue haciendo esa pregunta o me dice esa palabra que cambia mi visión del mundo.
Por ello, no puedo fallarle ahora que tanto me necesita.
Y, si tú, amiga mía, estás viviendo algo similar, quiero darte 5 consejos que a mí me funcionan para transitar y gestionar mejor tus emociones.
5 consejos para gestionar emociones cuando un ser querido no te recuerda
Aunque soy Life Coach, hoy no quiero hablar de herramientas que pueden funcionar con la gestión de las emociones.
Quiero hablarte desde mi sentir y lo que creo que a mí me está funcionado unido a mi experiencia como Life Coach.
A continuación, te facilito 5 Tips para el alma:
1. No te guardes tus sentimientos
Debes tener en cuenta que estás viviendo una situación dolorosa y es una perdida en vida. Sí, lo es.
Parece que solo exista un duelo cuando la persona se ha ido para siempre, pero también existe el duelo cuando la persona sigue aquí, pero su cabecita se ha «ido».
En estos casos, parece que debemos despedirnos de este ser amado como «guerreras» o «yo puedo con todo». Y no debería ser así.
Así que, experimenta y observa todos los sentimientos que vas sintiendo. Las emociones que se guardan se enquistan en el alma.
No se diluyen, como el agua, sino que se solidifican y, luego, hacen más daño y cuesta mucho más desprenderte de ellas.
2. Acepta la culpa
Es normal sentirte culpable en estas situaciones. Eres un ser humano y no eres perfecta (ni yo tampoco). No siempre estás dispuesta, tienes ganas o estás de buen humor.
Te cansas de repetir infinidad de veces quién eres, dónde estáis, por qué no estáis en su casa, etc. A veces, te descubres a ti misma contestando mal o más nerviosa de lo normal.
Y eso duele. Pero debes aceptar esta culpabilidad porque es algo normal.
En momentos de tanto dolor o desequilibrio emocional, como es el de acompañar a un ser querido con demencia senil o Alzheimer, puede provocarte culpa.
Incluso, sentimientos encontrados. Asúmelo con naturalidad. Deja que el tiempo te ayude a procesar todo esto que estás sintiendo.
3. Comparte tu sentir con alguien que esté pasando lo mismo que tú
Ten en cuenta que cada experiencia es única y cada persona tiene un sentir. Respeta tus propios ritmos y tu manera única de llevarlo.
Pero es muy útil expresar tus sentimientos y apoyarte en otros familiares o personas que están viviendo una situación similar a la tuya.
Cuando encontramos a personas que comparten nuestro dolor o nuestra alegría, parece más fácil llevar la situación.
Así que, te animo a que compartas tus emociones con otra persona que está pasando por lo mismo.
4. Dedícate un tiempo para ti
Debes ayudarte a ti misma para poder ayudar.
Si está en una situación en la que eres cuidadora de un familiar con demencia o Alzheimer, debes cuidarte a ti misma también. O que te cuiden.
Dedícate horas del día para ti. Date amor y autocuidado.
5. Haz que conecte con lo que le llegue al alma
Encuentra ese «algo» que le llegue al alma. Eso que rompa esas conexiones neuronales cuando entran en bucle con frases como:
«dónde estoy» o «esta no es mi casa».
En el caso de mi abuela, lo consigo con la música. Mi abuela adoraba la música. En su casa siempre había un disco sonando. Su ídolo es «Bambino».
Y me resulta tan increíble que no recuerde mi nombre o el de sus hijos, pero que se acuerde de la letra de una canción cuando la escucha.
En el momento que hay música, su mente no está en otro lugar. Solo siente la música. Le nace en el alma tocar las palmas, las ganas de arrancarse a bailar.
Como si en ese momento, la vida se parara y volviese a ser la persona que era.
La importancia de gestionar emociones cuando tus seres queridos ya no te recuerdan
En todo este tiempo me he dado cuenta de que mi abuela sufre y lo pasa mal porque, aunque no recuerda dónde está y no me reconoce, se siente sola.
Pero cuando conecta con mi olor, con mi piel o con el brillo de mis ojos, me reconoce y se tranquiliza. Ella nunca deja de sentir.
Puede que se haya olvidado de cómo vestirse o de dónde vive, pero cuando le visto el alma… Eso no lo olvida. Tampoco ha olvidado mi sonrisa.
Y, aunque para mí pueda parecerme que estoy viviendo un eterno invierno, a ella le sirve. Porque cuando reconoce el brillo en mis ojos, vuelve a ser ella por un rato.
Por ello, me gustaría animarte, si estás viviendo una situación similar con un familiar, que no lo abandones hasta que se haya marchado para siempre.
Porque puede que ya no recuerde tu nombre, pero tu mirada, tu piel o la sensación del alma… Eso nunca se olvida.
Y, si sientes que necesitas compartir esto que estás viviendo y aprender a gestionar emociones encontradas, puedes contar conmigo.
Puedes reservar 15 minutos, sin ningún compromiso, para que hablemos y compartamos nuestras emociones.
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Si quieres dejarme un comentario, estaré encantada de leerlo y responderte.
Te beso el alma,
Tamara Olmo
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